Alimentarnos de otra forma, un camino saludable y posible
Organismos e instituciones públicos y privados conforman una red de trabajo para implementar acciones conjuntas en pos de una alimentación saludable y soberana en nuestra región.
Los problemas relacionados a la alimentación son cada vez más graves, fundamentalmente los asociados al sobrepeso y la malnutrición. Por su parte, la coyuntura económica ha generado que un alto porcentaje de la población local solo acceda a un plato de comida diaria y con bajas o nulas proporciones de carnes y verduras en sus dietas.
Los principales resultados de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo efectuada en 2018 por el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación indican que solo el 6% de la población consume al menos las cinco porciones recomendadas de frutas o verduras diarias y que el 66,1% de los adultos padece sobrepeso u obesidad.
Asimismo, según una evaluación realizada a 3300 niños de nivel escolar primario durante 2018 en el Hospital Francisco López Lima de General Roca, un 33% posee problemas alimenticios: el 17% obesidad, el 15% sobrepeso y el 1% bajo peso.
Existen otras enfermedades asociadas directamente al tipo de alimentación, como la diabetes, la celiaquía y las cardiopatías, que van en aumento y presionan sobre el sistema de salud.
Por su parte, los estilos de vida son cada vez más sedentarios, favorecidos por los avances en la urbanización, el impacto de la tecnología, y las transformaciones en la estructura social y el mercado de trabajo.
Definitivamente, la forma en que estamos comiendo nos está enfermando. La industria ofrece alimentos ultra procesados muy atractivos, gustosos al paladar, pero que no siempre alimentan, por su menor valor nutricional y su mayor valor calórico.
Comer saludable es volver al alimento lo menos procesado posible, casero, con materias primas de calidad y, en lo posible, realizado en una cadena más corta de producción y distribución. Es apropiarnos de la alimentación como un evento complejo y también como un derecho.
Cómo nos alimentamos está condicionado por factores socioeconómicos como los ingresos, el precio de los productos, la accesibilidad a insumos frescos y al agua potable, la oferta de agricultores locales, los conocimientos e identidades culturales de los individuos y de las familias, las tramas sociales.
El cómo comemos está íntimamente ligado a una producción y distribución de esos alimentos. Una modificación en los hábitos de alimentación y consumo tiene consecuencias directas sobre la estructura productiva y las formas de comercialización regional.
Instituciones de diversas áreas y niveles (municipal, provincial y nacional), de salud, educación, del agro, de gobierno, de la cultura, hemos formado un espacio de trabajo con el desafío de ejecutar acciones y generar información para la intervención en el territorio, abordando la alimentación bajo esta mirada compleja y en sus distintas dimensiones. Necesitamos políticas alimentarias más atentas a las circunstancias socioculturales y productivas de la región. Por su carácter complejo, necesitamos pensar en múltiples estrategias complementarias y en un espacio de trabajo diverso. El carácter interinstitucional e interdisciplinario de la red se presenta como ineludible y como la riqueza del abordaje en dicho espacio.
Tenemos una gran oportunidad como ciudadanos del Alto Valle y es la de residir en una región especializada en frutihorticultura, en la que también contamos con producción ovina, porcina y aviar. La potencialidad de producir alimentos localmente es alta, al igual que hacerlo de manera agroecológica y orgánica, por las características ecosistémicas de la zona y la baja presencia de plagas. Sólo necesitamos avanzar en ese sentido y con un rumbo claro. Para mayor información, escribir a catoira.patricia@inta.gob.ar
Fuente: INTA Alto Valle
Nota: Los artículos de terceros publicados no necesariamente reflejan la opinión de la Cámara, su publicación intenta reflejar la diversidad de visiones.