«La citricultura se está muriendo» por «ausencia de políticas de Estado»
Seis entidades del citrus entrerriano denunciaron que la actividad, de «alto impacto social», «se precipita en el vacío». «En 2008 éramos el primer exportador de mandarinas del hemisferio sur y hoy no existimos», explicaron.
FeCiER (Federación del Citrus de Entre Ríos); CECNEA (Cámara de Exportadores de Citrus del NEA); Asociación Citricultores de Concordia; Asociación Citricultores y Empacadores de Chajarí; Asociación Citricultores y Empacadores de Federación y Asociación de Citricultores «Villa del Rosario» presentaron un documento conjunto en el que describen la crisis terminal que afronta el sector, hoy al borde de la extinción, a la par que solicitan al Estado Nacional la adopción de medidas de carácter urgente, que permitan recomponer la quebrada cadena de pagos y frenar las quiebras en trámite.
«Lo que no pudieron las duras heladas ni la grave crisis de 2001, lo está consiguiendo la inacción del Estado Nacional, que no reacciona ante la agonía de un sector del que dependen las familias de más de 2000 productores, de alrededor de 40.000 trabajadores entre empleados directos e indirectos, y de cientos de proveedores de servicios e insumos», sostienen las entidades.
Aseguran que la crisis terminal del sector «no es culpa de la crisis internacional». Para fundamentar esta afirmación, usan como ejemplos a otros países de la región: «El vecino Uruguay, con una fruta de similar calidad a la nuestra y en el mismo contexto mundial, ha conseguido ingresar en los potentes mercados de Brasil y Estados Unidos. Perú no para de crecer».
Al ponerle números a la caída de la rentabilidad, precisan que «el costo de producción y cosecha asciende a $ 1,50 por kilo, mientras que el precio de venta en el mercado interno es de $ 0,50. En otras palabras: se vende a 0,50 lo que cuesta producir 1,50. Como si esto fuera poco, en góndolas del mercado interno la fruta es vendida al consumidor final a $ 10 el kilo. O sea, al productor le pagan 0,50 lo mismo que el consumidor final compra a 10».
Las entidades piden que se adopten varias medidas, como la instrumentación de un «dólar diferencial», créditos acordes con la actividad y una reforma impositiva. También solicitan la «devolución a los productores del capital de trabajo perdido en 2015, estimado en 1.800 millones de pesos, imprescindibles para que se eviten los inminentes quebrantos y se pueda continuar con la actividad en la próxima temporada, curando y preparando las quintas. Tal cifra, crucial para salvar a la citricultura, resulta irrelevante para el gobierno nacional, si se compara con los beneficios que otorga a otros sectores de la economía. Por ejemplo, favorece a la Industria Electrónica de Tierra del Fuego, exceptuándola del pago de impuestos por $23.500 millones de pesos al año (IVA, GANANCIAS, Impuestos Internos y Derechos de Importación)».
LA CITRICULTURA SE MUERE Y NO POR CAUSAS NATURALES
La citricultura se está muriendo y muchos productores están sumidos en la desesperación.
No se trata de una muerte natural sino por abandono, por ausencia de Políticas de Estado.
Lo que no pudieron las duras heladas ni la grave crisis de 2001, lo está consiguiendo la inacción del Estado Nacional, que no reacciona ante la agonía de un sector del que dependen las familias de más de 2000 productores, de alrededor de 40.000 trabajadores entre empleados directos e indirectos, y de cientos de proveedores de servicios e insumos.
¿Acaso recién se los tendrá en cuenta cuando estén quebrados, desocupados y califiquen para depender de un plan asistencial? La «Patria» de los hombres de campo del interior argentino no quiere dádivas sino ganarse la vida trabajando, como Dios manda.
Decenas de audiencias, informes de situación, insistentes gestiones del gobierno de Entre Ríos. Nada alcanzó ni alcanza para que los funcionarios nacionales se pongan a la altura del desastre.
Las gestiones que hemos impulsado las entidades se han revelado ineficaces para lograr del Estado las soluciones que sólo de él dependen, por lo que nos debemos una sincera autocrítica, a la par que estamos llamados a redoblar nuestros esfuerzos para consolidar la unidad de todos los eslabones de la citricultura y fortalecer el vínculo con nuestras comunidades.
Una actividad de alto impacto social se precipita en el vacío. En 2008 éramos el primer exportador de mandarinas del hemisferio sur y hoy no existimos: La caída es del 70 %. En naranjas, la disminución es del 90 %.
No es culpa de la crisis internacional. El vecino Uruguay, con una fruta de similar calidad a la nuestra y en el mismo contexto mundial, ha conseguido ingresar en los potentes mercados de Brasil y Estados Unidos. Perú no para de crecer.
El que tiene alma de citricultor se siente morir cuando no le queda otra que tirar fruta de reconocida calidad internacional, porque no le pagan nada por ella en el mercado interno, e intentar venderla al mundo lo hunde en la bancarrota, mientras el Estado Nacional permanece indiferente.
La citricultura que hoy pareciera condenada a muerte no es asunto de terratenientes sino de familias: El 80% es agricultura familiar pura, en superficies de 20 a 30 hectáreas.
Los números son inapelables. El costo de producción y cosecha asciende a $ 1,50 por kilo, mientras que el precio de venta en el mercado interno es de $ 0,50. En otras palabras: se vende a 0,50 lo que cuesta producir 1,50.
Como si esto fuera poco, en góndolas del mercado interno la fruta es vendida al consumidor final a $ 10 el kilo. O sea, al productor le pagan 0,50 lo mismo que el consumidor final compra a 10.
LA CRISIS COMBINA TODOS LOS ELEMENTOS. ES LA «TORMENTA PERFECTA»:
– Desaparición de la rentabilidad. Se vende a 0,50 lo que cuesta producir y cosechar 1,50.
– Atraso cambiario. Rusia, comprador de nuestras mandarinas, devaluó 92% en los últimos 12 meses. Europa el 20%.
– Elevadísimos aranceles de exportación, entre 16 y 23%. Los competidores lograron arancel cero.
– Imposibilidad de acceder a mercados rentables, como USA y Brasil.
– Inflación en dólares y excesivos costos internos.
– Asfixiante presión tributaria.
– Atraso en el cobro del IVA y los reintegros.
– Sin créditos acordes a los tiempos de la actividad, que permitan la reconversión. Productores de países competidores tienen créditos al 5% anual. Aquí, si es que se consigue, al 30% anual.
– Ruptura de la cadena de pagos, concursos de acreedores y quebrantos.
– Carencia de recursos para afrontar la cura de las plantas, con el consiguiente riesgo de que Argentina pierda el estatus de país libre de HLB.
– Senasa. Como autoridad de contralor fitosanitario, el organismo está absolutamente desfinanciado y con graves deficiencias en la operación, perjudicando con sus trabas toda la actividad.
URGENCIAS Y SOLUCIONES DE FONDO:
– Decisión política. Si las autoridades nacionales deciden salvar a la citricultura, todo es posible.
– Créditos a tasa blanda y con períodos de gracia, diseñados en función de un cultivo perenne.
– Apertura de mercados. Gestión urgente para abrir los mercados de Estados Unidos y Brasil.
– Dólar diferencial para la fruta.
– Reforma tributaria, que adapte la presión fiscal a las características propias de la actividad.
– Diferimiento de las obligaciones tributarias del año 2015 para 2016, con planes en cuotas.
– Estímulo a la incorporación de más mano de obra registrada mediante una atenuación de la carga tributaria, reconociendo en el citrus a unas de las pocas actividades económicas cuya mano de obra artesanal es insustituible. Ni la cosecha, ni la poda ni el raleo pueden ser hechas por máquinas.
– Auxilio del Estado para la adquisición de productos que permitan curar y abonar las quintas.
– Autorización a los exportadores para cancelar obligaciones tributarias con el saldo técnico de IVA.
– Cobro automático del IVA y reintegros.
– Apoyo del Estado para promover el consumo interno de citrus en espacios como Fútbol para Todos.
– Insertar a la fruta fresca y al jugo cítrico, con sus reconocidas propiedades saludables, en la dieta de los colegios.
– Observatorio de precios que vigile la evolución de los costos desde la planta hasta lo que paga el consumidor final.
– Implementación de seguros multi riesgo específicos para la actividad citrícola.
– Tratamiento de la Ley de Creación del Fondo Nacional Citrícola.
– Devolución a los productores del capital de trabajo perdido en 2015, estimado en 1.800 millones de pesos, imprescindibles para que se eviten los inminentes quebrantos y se pueda continuar con la actividad en la próxima temporada, curando y preparando las quintas. Tal cifra, crucial para salvar a la citricultura, resulta irrelevante para el gobierno nacional, si se compara con los beneficios que otorga a otros sectores de la economía. Por ejemplo, favorece a la Industria Electrónica de Tierra del Fuego, exceptuándola del pago de impuestos por $23.500 millones de pesos al año (IVA, GANANCIAS, Impuestos Internos y Derechos de Importación).
– Modificación del Artículo 26 de la Ley de Impuestos Internos, para elevar el porcentaje de jugo natural en las bebidas sin alcohol a base de frutas.
Fuente: Federcitrus
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